Sin plata, sin poder, sin reacción, sin iniciativa, sin tropa, sin nada. El presente de Celso Jaque es oscuro.
Sin plata. En la Casa Rosada no lo tienen más en la lista de gobernadores a ayudar por necesidad estratégica: fue humillado por Julio Cobos, cuando el kirchnerismo esperaba como mínimo una derrota decorosa. Una prueba de que Celso está entre los últimos de la cola es que ni siquiera es mencionado entre los mandatarios provinciales que esta semana tienen cita con Cristina Fernández (ver La Nación). El mendocino está afuera de los destinatarios de la menguada caja nacional, a gatas recibirá lo que manda la ley de coparticipación, instrumento que relega a nuestra provincia respecto a otras.
Para colmo, la recaudación provincial viene en picada, según señalan los propios funcionarios el gobierno. Y para el semestre que empezó nadie espera un repunte sino más más bien una profundización de la caída. La ecuación que analizan en Hacienda es atemorizante, aumento de la pobreza y el desempleo junto a la caída de recursos, que reflejará la disminución del ritmo de la actividad económica. Desde los despachos le van a echar la culpa a los efectos de la gripe A, aunque la economía provincial iba a la ruina igual sin H1N1.
Sin poder. Después de la aplastante derrota electoral del peronismo en Mendoza, el gobernador se quedó con el cetro vacío de poder. Está claro que el destino que él pensó para la provincia no es el que los mendocinos esperaban para esta etapa. Le guste o no, lo acepte o no lo acepte Jaque, la realidad es como es. Su buena relación con la presidenta y los provechos que de ella vendrían son cosa del pasado y encima un pasado repudiado por la población, al menos por tres cuartas partes de la sociedad. El poder para imponer líneas de acción del gobernador es nulo, incluso es dificultoso el camino del consenso porue la oposición tiene tantas fisuras e intereses encontrados que no es fácil hallar un interlocutor como para acordar las líneas que son imposibles de imponer.
Sin reacción. El panorama es claramente oscuro para el mandatario, aunque él no demuestra haberlo entendido así. Desde que perdió las elecciones no dio señales de haber sentido el golpe. Solamente se limitó a cambiar dos ministros que estaban tan desgastados en sus cargos que era inevitable su salida aún ganando el gobierno las elecciones. Iris Tita Lima nunca pudo conducir la Educación provincial, cuya política era públicamente manejada por José Rivas desde poco después de que fuera nombrada la anciana funcionaria. Y Guillermo Migliozzi se demoraba más en legir el traje que se pondría para cada reunión que en preparar los temas que atañan a su cartera. La política económica del gobierno nunca fue de su autoría y si seguía calentando el sillón del Ministerio era más consecuencia de la falta de reacción del gobernador que de sus méritos para conservar el cargo.
Sin iniciativa. Mucho antes de perder las elecciones el gobernador perdió el manejo del gobierno. Desde que se demoró eternos días en reemplazar a Juan Marchena por Mario Adaro en el Ministerio de Gobierno, Jaque nunca más tomó la iniciativa. Solamente apareció apagando incendios cuando las mangueras de sus bomberos -Adaro, Carlos Ciurca, ministro de Seguridad, y el secretario de la Gobernación, Alejandro Cazabán- no daban a basto.
Mientras en la calle se instaló que "Jaque miente", el gobernador tiraba globos de ensayo: la reforma constitucional, el consejo de exgobernadores y otras ideas irrelevantes frente a una demanda social sedienta de acciones con resultados constantes y sonantes. El recientemente designado ministro de la Producción, Raúl Mercau, también tiene destino de bombero para la nueva etapa, si es que el mandatario no cambia.
Por estos días, no son pocos los allegados al mandatario que consideran que una buena iniciativa puede ser romper con la Casa Rosada, como lo planea el bonaerense Daniel Scioli (ver Crítica de la Argentina) pero Jaque le tiene demasiado miedo a las represalias como para encarar semejante aventura.
Sin tropa. Jaque llegó a la Gobernación sin tropa propia. Los intendentes peronistas nunca fueron jaquistas, salvo excepciones como el mal llevado Sergio Salgado, de Santa Rosa, el intrascendente Joaquín Rodríguez, de Tupungato, o su amigo sanjuanino que gobierna Malargüe, Juan Agulles.
Los cacique pesos pesado le respondieron a cambio de beneficios de caja o de obra pública. Todos estos después de las elecciones quedaron dañados, tanto como el gobernador. Y en ese estado, lo mejor que ven de cara al futuro cercano es la autosalvación.
Alejandro Abraham, de Guaymallén, y Rubén Miranda, de Las Heras, los dos más fuertes del Gran Mendoza contando el caudal electoral de los departamentos, perdieron en sus territorios y sino se recomponen rápido en dos años y medio tendrán que dejarle paso al que sigue. Ninguno de los dos está dispuesto a eso y menos para salvar el gobierno de Jaque, así que desde ya el gobernador puede contar con que ambos harán lo que más les convenga sin tener misericordia por el gobierno provincial.
Los caciques azules, de Juan Caros Mazzón, están aún peor que los dos más fuertes del Gran Mendoza. Adolfo Bermejo, de Maipú, fue el gran derrotado del 28 de junio. Perdió en su departamento en el que el peronismo no conocía la derrota desde que regresó la democracia en 1983. Para colmo, Bermejo tiene que decidir si deja el sillón de intendente para irse a morir políticamente al Senado de la Nación. El cetro maipucino, en ese caso, quedaría en manos de su hermano Alejandro, quien encabezó la lista de concejales derrotada fieramente por el cobismo. Los Bermejo y el PJ maipucino tienen demasiados problemas para sostener su supervivencia departamental como para preocuparse por el destino de Jaque o por el del Partido Justicialista mendocino.
Otro azul como Jorge Giménez, de San Martín, está tan golpeado como Bermejo y su base de sustentación electoral no tiene ni por asomo la fortaleza histórica de la del maipucino. Giménez puso a Cristina Pérez, su exesposa y principal social política, en el segundo escalón de la lista de diputados nacionales, un lugar en el que entraba seguro. Pero con la paliza que sufrió el PJ no entró. Y en San Martín la lista de concejales perdió por más de 20 puntos. Poco le importa a Giménez cómo le va a ir a Jaque en los dos años y medio que le quedan, de casualidad tendrá fuerzas para tratar de recuperar algo del caudal electoral perdido e intentar alguna reingeniería electoral que le permita retener la Intendencia en 2011. No la tiene fácil.
Por el Sur el panorama para Jaque es aún peor que en el Norte de la provincia. El intendente sanrafaelino Omar Chafí Félix siempre fue antijaquista, al punto que en 2007 fue en las listas con Julio Cobos y en la interna del PJ apostó desde las sombras por el rival de Jaque, GUillermo Carmona, quien solamente ganó en San Rafael. Para colmo, esta vez, Félix se siente el único ganador dentro del peronismo y algo de razón tiene. La lista de diputados que él encabezó como la de sus concejales se impuso en el departamento, aunque allí también ganaron los senadores nacionales del cobismo: Ernesto Sanz y Laura Montero, dos sanrafaelinos que se beneficiaron con el corte de boletas. Más que un posible aliado, hoy es Félix uno de los peores enemigos del gobernador.
Sin nada. El panorama es claro: el futuro de Jaque es oscuro. No tiene nada y a nadie le importa que le vaya bien. Desde la Nación no hay buenos augurios de remesas de dinero y los fondos provinciales están más cerca de la bancarrota que de la abundancia que requiere la compra de soldados para una batalla como la que tiene que dar el mandatario de aquí a 2011.
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