Por Martín Caparrós, en Critica de la Argentina
El Estado ya mostró que no consigue cuidar a sus ciudadanos: sus fuerzas de represión se parecen demasiado a lo que deben reprimir, su justicia es un desbarajuste, sus cárceles rebosan y destrozan, sus –dudosísimas– políticas sociales siguen produciendo pibes chorros. Los ricos ya demostraron que el cuidado del Estado no les sirve y ahora se compran su propia protección –vigilantes, garitas, alarmas, coches blindados y otros chiches. El resto, entonces, abandonado a su suerte, entiende el mensaje, sigue el modelo y decide cuidarse a sí mismo: ocuparse de su propia seguridad con un arma en la mano. Lo seguirán haciendo, cada vez más, mientras el Estado no consiga probarles que no es necesario. Si eso no sucede y el consenso avanza, la aprobación social se irá consolidando y, algún día, sancionaremos que matar así es justicia: cosa de justicieros. La ley de la selva, al fin y al cabo, es una ley. Donde gana el más fuerte –como siempre, pero sin tanto disimulo. Leé el texto completo en Crítica de la Argentina
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