sábado, 1 de agosto de 2009

Retenciones ¿para qué?

La rosca por la papota

Cristina Fernández es víctima hoy de un grosero apriete de las cuatro entidades gremiales empresarias más poderosas del campo porque no revolucionó la vida de ningún sector de la comunidad con los millones que juntó con las retenciones a las exportaciones de soja.
Si en Chaco no hubiesen desnutridos y en el Conourbano bonaerense se hubiese mejorado el nivel de vida de los hacinados. Si los docentes cobraran lo que deben y los alumnos fueran todos comidos a las escuelas. Si los médicos y demás trabajadores de la salud no tuvieran que reclamar por salarios dignos y mínimas condiciones laborales, si los pacientes hallaran respuestas en los centros públicos de atención. Si los argentinos de bien, desconfiados por experiencia, divisarán un futuro distinto. Si algo de todo esto se hubiese concretado gracias a las retenciones, el campo rico gritaría en soledad -probablemente apoyado por lobbistas y operadores- contra la gente común que entendería que las retenciones no son un capricho ni un conducto de plata desde los que producen a las cuentas de los Kirchner.

Pero Néstor Kirchner y Cristina Fernández prefirieron jugar a la construcción política tradicional. La plata que rindió la soja exportada al Estado la repartieron en función de sus intereses pero calcularon mal y perdieron. Primero cayeron derrotados en el Senado, un sitio adonde siempre gana el que pone más, según las creencias arrastradas de generación en generación.

Después perdieron en las urnas, de las que salió fortalecido el campo y sus aliados políticos. Perdió con la oligarquía que blasfema en La Rural y hambrea a los trabajadores del campo desde que los terratenientes se repartieron la pampa húmeda, conquistada a bayoneta y bala sobre los cadáveres de los indios primero y de cientos de gauchos después. Peores antecedentes que los señores del campo son difíciles de reunir. Si les faltaba algo, algunas de las entidades reunidas contra las retenciones tienen larga historia golpista y dirigentes incrustados que veneran a los generales golpistas y añoran la represión.

Con todo eso en contra, el campo hirió de muerte al kirchnerismo que no fue capaz de demostrar materialmente que las retenciones sobre las exorbitantes sumas que pagan en el exterior por la soja mejoran la distribución de la riqueza. Sin hambre, sin necesidades básicas insatisfechas, sin desempleo y con esperanza sembrada en los argentinos que no tienen campos ni millones en el banco, las retenciones hubiesen sido un ejemplo de intervención estatal para toda Latinoamérica, marcada por las siderales diferencias de riqueza entre un minúsculo grupo de dominadores y una multitud de sometidos.

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