Van a morir los que tengan que morir. Hay que justificar el uso de 1,7 millones de pesos diarios de la provincia. La sed de venganza que domina a los excluidos violadores de la ley asusta y el miedo legitima el engorde del negocio de la prevención y la represión, que mantiene una tendencia en alza año a año.
La guerra a la delincuencia es la respuesta estatal a la desesperación de una parte de la sociedad que está aterrada por la despiadada forma de vida de otro sector de la misma sociedad. Unos matan para apropiarse de bienes y los otros promueven la muerte como defensa.
Sin un pacto efectivo, las muertes no terminarán hasta que uno de los bandos en guerra derrote al otro. No se ve cómo el grupo marginal pueda vencer en combate al Estado y una derrota del otro bando implicaría la eliminación de una forma de vida, no la rendición de un grupo organizado para el combate.
La muerte tiene larga vida.
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