sábado, 11 de diciembre de 2010

Villa Soldati, según los chicos

Un docente de la escuela 15 de Villa Soldati resumió las expresiones de los alumnos en clase sobre la violenta situación que sobrevino a la toma del parque indoamericano del barrio del Sur de la Ciudad de Buenos Aires. Los vecinos más jóvenes de la zona de tensión intercambiaron sus opiniones sin discriminarse por la nacionalidad ni por la condición socioeconómica de cada uno.

La pobreza, el déficit habitacional y la legitimidad de la toma de espacios públicos para reclamar son parte del abordaje de los niños de alrededor de 10 años que conviven con las causas del conflicto. La charla entre los alumnos que originó la carta del docente se dio el viernes, después de que tres manifestantes (dos bolivianos y un paraguayo) fueran asesinados a balazos en el interior del parque.

La carta del maestro

Con infinita rabia y profundo dolor quiero compartir algunas palabras sobre lo que está pasando a pocas cuadras de la escuela donde trabajo. Melanie reaparece hoy en la escuela, después de una semana, y me cuenta que su mamá y su papá, costureros de 20 horas por día, decidieron ir por un pedazo de tierra porque ya no aguantan más pagar el alquiler de $800 por las dos míseras piezas del hacinamiento donde viven con sus 5 hijas en la Villa Cildáñez. Dice que el dueño les cobra además $10 por cada día que se atrasan en la renta. "Y encima dice que es cristiano", sentencia.

Mónica me cuenta que su madre resistió todas las tinieblas de la noche desde el viernes en la precaria carpa que se armó con sus manos de obrera. Ayer no durmió bajo la lona: se la prestó a otra madre que aguantaba el viento con su niña aferrada al pecho.

Aylén ya no tiene miedo. Está acostumbrada porque los domingos recibe el amanecer en La Salada, contando las monedas que le dejó el fin de semana. Siempre callada, hoy se desviste las vergüenzas para explicarnos que no hay robo y sí necesidad.

Melisa cuenta que en esos terrenos del Parque hace años que hay olor a muerto. Suele ella encontrar algunos huesos y más de una vez tuvo que escapar del horror de los cadáveres. Ese baldío, cementerio del fin del mundo, es el "espacio público" que los hipócritas dicen defender.

Kevin nos cuenta, casi entre lágrimas, que desde su terraza de la villa 20 quiso ver, pero no pudo: lo cegó el humo de la furia y la represión.

Los demás escuchan, preguntan, comprenden porque viven igual. En medio de la intensa charla, Nicole se hace una pregunta sincera: "Yo no sé si esa es la manera de conseguir una casa". Y Ariana impecable, vocera de muchos, comparte: "Yo tampoco sé si es la manera, pero lo que es seguro es que no lo hacen porque les gusta si no porque no les queda otra. ¿Qué harían ustedes si no tienen lugar donde vivir con sus familias?"

Esto es algo de lo que pasó en el aula de quinto de la escuela 15 el viernes en la mañana. Y esto es también algo de lo que no pasó: ninguno le echó la culpa a los bolivianos, ninguno se quejó porque sí paga sus impuestos, ninguno temió porque le vayan a ocupar también el Parque Avellaneda, ninguno pensó que hay vecinos por un lado y usurpadores por el otro, ninguno pidió la policía para sentirse más tranquilo.

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