domingo, 12 de febrero de 2012

Paquismo y reelección para no ceder poder

El paquismo no existe, pero se está gestando. Es indispensable para que Francisco Pérez no tenga que ceder espacios de poder a cambio de apoyo a ningún sector interno del justicialismo, como planea para su mandato.

A dos meses de asumir, los votos de octubre le alcanzan a Pérez para tomar decisiones sin tener que negociarlas con los intendentes oficialistas más influyentes. Paco inauguró un estilo imposible sin un liderazgo indiscutido: escucha a todos y hasta polemiza con sus ministros por los temas en debate, define con sus íntimos, de acá y de la Casa Rosada, le comunica al vice Carlos Ciurca antes que a nadie, después a los caciques del palo, a veces también al resto, y al final llama a conferencia de prensa para anunciar la decisión.

Por ahora, nadie le cuestionó públicamente la autoridad para decidir las políticas del gobierno, pero varios jefes comunales del oficialismo se quejaron por "las idas y vueltas" en temas sensibles como la minería o el transporte público.

El poder de los intendentes, la incidencia de la Casa Rosada y la consideración popular de la gestión son variables decisivas para la suerte del plan del mandatario para evitar que la carencia de estructura partidaria condicione su liderazgo. Sabe que el blindaje de los votos es pasajero, por eso no perdió tiempo para instalar en la agenda la reelección.

Las amenazas internas que inquietan a Pérez como las dificultades para la construcción del paquismo se esfumarían con la posibilidad de volver a ser candidato en 2015. Sin la reelección, el gobernador tratará de conformar su tropa y de retrasar la pelea por su sucesión todo el tiempo que pueda.

El paquismo está en formación, pero, sin reelección, no será posible si Pérez no logra que el nivel de consideración positiva de su gobierno esté por encima de la intención de votos de los jefes comunales del PJ, algo impensado sin un gran apoyo nacional.

El gobernador llegó al sillón de San Martín sin estructura propia. Su candidatura surgió de un gran acuerdo partidario que encolumnó a los sectores internos del peronismo provincial con aparato propio.

El poder territorial del PJ mendocino es de los intendentes del partido, quienes retuvieron los diez departamentos que controlaban y sumaron dos nuevos en las elecciones de octubre. Los caciques prácticamente no aportaron dirigentes propios al gabinete de Pérez, de donde debiera nutrirse el paquismo en gestación.

En la Legislatura, mandan los intendentes. La mayoría de los diputados y senadores reportan al cacique del departamento de origen con mucho más lealtad que a la Casa de Gobierno. Por eso, la pelea que no existió en torno a la designación del Gabinete de Ministros se evidenció con crudeza en la disputa por los cargos de la Casa de las Leyes.

Los azules, de Juan Carlos Mazzón, con los intendentes Alejandro Bermejo (Maipú), Jorge Giménez (San Martín) y Omar Félix (San Rafael) chocaron sin disimulo con la alianza comandada por Alejandro Abraham (Guaymallén) y Rubén Miranda (Las Heras).

Pérez se mantuvo al margen de la pelea, aún cuando la virulencia de las estocadas de uno y otro lado dinamitó la suerte de la unidad del partido de gobierno. Sin fuerza propia en las cámaras legislativas, el gobernador prefirió las consecuencias de una extendida guerra entre los sectores más poderosos del PJ a definir la paz tomando partido por uno de los frentes.

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