viernes, 20 de julio de 2018

La crisis de la planta de agua pesada de Neuquén entró a su fase terminal


La crisis de la PIAP es porque nadie quiere comprar lo que la planta produce: agua pesada. La reconversión requiere una millonada que nadie está dispuesto a invertir.


La crisis de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de la localidad neuquina de Arroyito avanzó hasta un punto del que no hay retorno sin el auxilio de una inversión multimillonaria, que debería surgir del sector privado porque la nación y la provincia se declararon impotentes para asumirla. La debacle se aceleró con la cancelación, como consecuencia del ajuste exigido por el Fondo Monetario Internacional para otorgar un préstamo al país, del acuerdo con China para la construcción de la cuarta central nuclear argentina. 

La fábrica, que tiene más de 400 empleados y está parada porque su producción no tiene mercado, insume 60 millones de pesos por mes entre los salarios (25 millones de pesos) y los insumos para el mantenimiento. El plan para salvarla incumbe la construcción de una planta productora de fertilizantes que aproveche parte de la infraestructura existente, lo cual requiere una inversión de entre 700 y 800 millones de dólares, un 20 por ciento menos que si se hiciera desde cero, además de la firma de un contrato de tres o cuatro años de extensión para la provisión de un stock de agua pesada a Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA), administradora de las tres centrales nucleares que tiene el país, que cubra sus necesidades de los próximos 10 años.




Por ahora, no hay postulantes decididos a hacer la inversión en la planta de fertilizantes ni interés de Nucleoeléctrica Argentina en una operación que implique pagar en tres o cuatro años la cantidad de agua pesada que utilizará durante una década. Hasta acá los costos de la fábrica fueron solventados con subsidios del Estado nacional, pero el gobierno de Mauricio Macri ya avisó que la remesa para saldar los salarios pendientes de junio será la última que destinará a la planta. Los trabajadores reclaman que se incluyan sus salarios en la nómina de empleados públicos de la provincia, al menos hasta que se resuelva la situación de fondo.

Pablo Sosa, delegado de ATE en la PIAP, cuestionó la actuación del gobierno nacional porque, dijo, primero decidió el parate total de la producción y luego justificó el corte de subsidios porque la fábrica no está en producción. Luego, consideró que en lo inmediato la única forma de garantizar los sueldos es que la provincia asuma los costos. El gobernador Omar Gutiérrez manifestó su decisión política de actuar a favor de la reactivación de la PIAP, pero hasta ahora no consideró públicamente el desembolso de fondos provinciales para pagar los salarios de los trabajadores.





La crisis ya causó heridas en el plantel de empleados: fueron suspendidos 22 trabajadores que se desempeñaban en el comedor de la fábrica y cesada la empresa que tenía la concesión del mismo. A la par, los trabajadores multiplicaron las protestas y se sumaron con sus reclamos a la lucha de una multisectorial que conjuga diversas demandas de índole laboral al gobierno.

El agua pesada se usa en las centrales nucleares construidas con la tecnología Candu, que funciona con uranio natural como combustible. Las tres centrales que tiene Argentina (las dos Atucha y Embalse) se hicieron con ese modelo, que dejó de usarse en mundo a favor de otro que funciona con uranio enriquecido como combustible y no requiere agua pesada. 

La centrales Candu solo demandan grandes volúmenes de agua pesada cuando son construidas. Luego, con el funcionamiento el gasto es mucho menor. La PIAP se construyó con el objetivo primario de proveer la demanda de las generadoras nucleares nacionales. Es la fábrica de agua pesada más grande del mundo con una capacidad de producción de unas 200 toneladas por año con sus dos líneas trabajando.





La demanda de las Atucha y Embalse sumada es de 30 toneladas por año, un volumen muy inferior al necesario para justificar el funcionamiento de la PIAP aunque sea a media máquina, con una sola línea de producción en marcha. Sin otro mercado más que ese, para funcionar la PIAP necesita que la administradora de las centrales nacionales le compre agua pesada por adelantado. NASA no sólo rechaza esa posibilidad, sino que cuestiona el precio del insumo neuquino en contraste con ofertas más baratas de países como India y Rumania.


Las variantes que auspicia el gobierno de Neuquén

Una petrolera con producción de gas en Vaca Muerta y un gigante mundial de los fertilizantes se buscan para salvar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito. La producción principal del complejo no tiene mercado debido a la caída de la construcción de la cuarta central nuclear en el país. Y la salida que le ve el gobierno de la provincia a la planta que emplea a unas 400 personas es la reconversión de una de sus dos líneas para la producción de fertilizantes. Mientras tanto, se reactivaría la fabricación de agua pesada para stockear a las centrales Embalse y las dos Atucha, lo que le daría razón de ser a una línea de producción durante tres años.





El gobernador Omar Gutiérrez firmó un decreto para “declarar de interés provincial la reactivación y funcionamiento de la PIAP, ubicada en Arroyito, provincia de Neuquén, en su eventual producción dual, ya sea de agua pesada como de fertilizantes nitrogenados y/o amoníaco, mediante un Proyecto Multipropósito de Uso y Aprovechamiento de la Planta Industrial de Agua Pesada”.

Ese acto en sí mismo no tiene valor alguno, pero documenta la decisión política de la provincia de insistir en un salvataje para la PIAP. La planta se quedó sin razón de ser cuando el gobierno de Mauricio Macri terminó de abortar el plan nuclear que el kirchnerismo pactó con el gobierno de China, según el cual se construirían dos nuevas centrales nucleares en el país con financiamiento del gigante asiático.

Una de las condiciones impuso que una de las dos centrales se construyera con la tecnología de las tres existentes en Argentina, que requiere agua pesada para refrigerar el uranio. Esa tecnología fue superada en el mundo, por eso no hay mercado para la producción de la PIAP.

Macri confirmó los tratados con China, pero luego se dieron de baja los proyectos por cuestiones económicas y financieras. La PIAP se mantuvo desde principios de 2016 con la actividad paralizada a la espera de que se diera el OK a la cuarta central nuclear. Sin ese proyecto, el complejo industrial de Arroyito no tiene futuro a menos que se diversifique su producción.

Desde que se construyó la planta neuquina, existe un proyecto para ampliar su campo de producción a los fertilizantes. Nunca se avanzó más allá de los estudios. YPF, controlante de Profertil, fue la que más avanzó, pero se decidió por montar su planta en Bahía Blanca, al lado del puerto.

En los últimos días trascendió que Profertil encargó un estudio de factibilidad para ampliar su planta bahiense. El gobierno de Neuquén asegura esa vía está fría. El ministro de Energía, Alejandro Monteiro, aseguró que está en pie un plan para convencer a YPF de afincarse con una nueva planta en Arroyito, aprovechando el gas que produce en Vaca Muerta. En los planes esbozados por el gobierno local aparece la necesidad de conseguir un socio más para el proyecto. Este debiera ser un jugador del mercado mundial de fertilizantes dispuesto a hacer la millonaria inversión que exige la instalación industrial para reconvertir una línea de la PIAP a la producción de fertilizantes.

Una planta para producir un millón de toneladas de fertilizantes por año cuesta unos mil millones de dólares. Hacerla en Arroyito con el aprovechamiento de la infraestructura existente bajaría ese monto en entre un 20 y un 30 por ciento. Para que sea apetecible, debiera concretarse el tren norpatagónico, entre el puerto de Bahía y Añelo.

Mil quinientos millones de pesos subsidió la Nación desde enero de 2016 para pagar los sueldos de los empleados de la PIAP. Hasta fin de año, la empresa cobrará u$s 20 millones por la producción en stock.

La crisis de la Planta Industrial de Agua Pesada llegó hasta la Comisión de Energía del Senado de la Nación, presidida por el líder de los petroleros neuquinos Guillermo Pereyra. En la reunión participaron el ministro de Energía de Neuquén, Alejandro Monteiro, y el titular de Energía Atómica de la Nación, Julián Gadano. También estuvieron los delegados de los trabajadores






La situación financiera nacional estrechó el margen de maniobra

El margen para salvar la PIAP es muy acotado. Las dos alternativas para el futuro son complejas de concreción. La producción de agua pesada para stockear a las centrales nucleares activas en el país requiere una ingeniería financiera tremendamente difícil en el escenario presente.

El plan que pretende el gobierno de Omar Gutiérrez es producir en tres años la cantidad de agua pesada que Nucleoeléctrica Argentina (NASA) requerirá en 10 años. Para eso se utilizaría sólo una de las dos líneas de producción con la mitad de los trabajadores actuales. ¿Quién financiaría la operación? Una fuente de la cartera de Energía, que acaba de dejar Juan José Aranguren en manos de Javier Iguacel, le dijo a este diario que el Estado nacional no está dispuesto a eso en el escenario actual, que está marcado por ajuste en el marco del acuerdo con el FMI.

Por otro lado, la diversificación del uso de la planta requiere una inversión multimillonaria. Se estima que de entre 600 y 700 millones de dólares. La fuente -pidió reserva porque la cartera está en transición- aseguró que la planta de fertilizantes depende exclusivamente de YPF, con la que hay conversaciones en marcha. El ministro de Energía local, Alejandro Monteiro, confirmó las negociaciones con la petrolera. El funcionario, además, consideró que la opción más potable sería sumar como socio del negocio a un jugador importante del mercado de fertilizantes.

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