OPINIÓN. Cada vez es más numeroso el ejército de tipos con las
vestiduras rasgadas por la mediocridad del fútbol argentino. La única condición
a cumplir sin excepción para enrolarse en esas filas es divorciar los males del
fútbol de la lógica que los genera.
Quejarse por los pésimos espectáculos que ofrecen los
equipos nacionales después de aceptar con naturalidad que el fútbol local es
inviable sin la venta de sus mejores jugadores y la competitividad es imposible
sin la compra de reemplazantes para los vendidos, no es lógico. Si la
respiración de los clubes depende de las transferencias de sus futbolistas
independientemente del desempeño que demuestre el equipo en la cancha, no es
lógico supeditar las ventas a las necesidades futbolísticas.
Pretender que la calidad del juego mejore o se mantenga sin
exigir que no se venden los mejores jugadores de cada equipo entre campeonato y
campeonato, no es lógico. Como no es lógico entusiasmarse con la mejora de un
equipo que gasta la plata de las transferencias en los sueldos de los jugadores
que no se vendieron y en la contratación de otros, de menos categoría, para
reemplazar a los profesionales que se comercializaron.
Para subsistir, los clubes tienen que vender sus joyas, si o
si, más temprano cuanto más jóvenes y talentosas son, una exigencia que deja
sin lógica a cualquier pretensión de un futuro mejor. Vender a los buenos es
indispensable para la vida de los clubes, aunque no sea lógico.
Para que un jugador se convierta en mercancía, hay que
formarlo. Para eso es necesaria una fuerte inversión en infraestructura,
recursos humanos y demás necesidades de las divisiones inferiores. Esos costos
están íntegramente a cargo de los clubes, pero, para fortalecer la falta de
lógica en el fútbol argentino, la plata de los pases se comparte con
comisionistas, representantes y otros actores.
Si la principal fuente de ingreso de los clubes es la parte
que les queda de los pases de sus mejores jugadores, no es lógico pretender que
las inferiores prioricen la fijación de una forma de juego que le de identidad
a los equipos del club por sobre el perfeccionamiento de algunas
individualidades potencialmente vendibles en el futuro.
Tampoco es lógico esperar que salgan buenos partidos entre
equipos de clubes desesperados por cotizar a uno o dos jugadores
independientemente del funcionamiento general del equipo. Si irse a la B no
impide vender jugadores a millones de dólares ni aumentar la venta de camisetas
y hasta de entradas en los partidos, no es lógico pedirle a los capitales
interesados en River o en Independiente o en San Lorenzo o en cualquiera que no
presionen hacia la B. A los dirigentes todavía no les da lo mismo ganar o
perder porque los hinchas no entienden de lógica.
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